domingo, septiembre 08, 2013

JMW TURNER

“Ahora, huid de Turner –presto-, de la belleza sobria a la locura espumeante. Es un hombre que tiene la manía de pintar atmósferas (…), que piensa que con el centelleo de la luz azul y del azufre puede traducir la armonía de los rayos del sol y los hace flotar en el aire. Es deplorable ver el arte desfigurado con tanta demencia (…) Sin embargo, echad un vistazo a uno o dos esfuerzos por representar lo real y veréis qué validez cromática puede dar este artista al sol y al agua; qué templos puede alzar en el oro que refulge desde el cielo (…) Es impenetrable ese excéntrico señor Turner”.
(Illustrated London News, 13 de mayo de 1843)



La batalla de Trafalgar vista desde la jarcias del palo de mesana del Victory(1806-1808)
Óleo sobre lienzo, 171 x 239 cm.
Greenwich, National Maritime Museum (en préstamo del Tate Britain, Londres)
Firmado abajo, en el centro; sobre el parapeto del Victory: JMW Turner



El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar entre las flotas británica y francesa la batalla de Trafalgar y concluyó con la victoria inglesa, pero también con la muerte del almirante Nelson. Su cuerpo fue transportado a Inglaterra por el buque insignia Victory. Turner, acudió a presenciar la entrada del barco al embocar el Midway. Hizo numerosos bocetos e incluso a bordo del propio Victory. El barco llegó a la desembocadura del Támesis el 22 de diciembre de 1805.


JOSEPH MALLORD WILLIAM TURNER
Londres, 1775-1851

CONSIDERADO COMO EL FUNDADOR DEL PAISAJISMO ROMÁNTICO.
Jonh Ruskin describió a Turner como el artista “que más conmovedoramente y acertadamente puede medir el temperamento de la naturaleza”.Turner vio los temas por encima de todo, y más tarde exclusivamente en función de la luz que absorbe las formas transformándolas en vibraciones cromáticas.

El artista descarta la tradición inglesa y flamenca del paisaje compuesto por detalles definidos y diversos.
Después de su estancia en Venecia, disuelve la tradicional “topografía” paisajística en una única vibración de espacio –luz-.

El sol surgiendo tras el vapor, con pescadores que limpian y venden el pescado, (1807)
1,34 x 1,79 cm.


Tenía 14 años cuando ingresó en la Real Academia, al año siguiente participó ya con una acuarela titulada “El palacio arzobispal de Lambeth”, en una muestra que anualmente organizaba la institución, una costumbre que mantendría hasta el año de su muerte, en el que entonces era considerado “el arte inglés” por excelencia: la acuarela, una técnica que había experimentado un gran impulso en Inglaterra a lo largo del siglo XVIII.

Desde los 16 años y hasta prácticamente su muerte, recorrería los más diversos lugares de Gran Bretaña en búsqueda de temas para desarrollar su labor artística y que más adelante le llevaría por Francia, Alemania, Italia, Suiza, Holanda… Turner viajaba ligero de equipaje; sus instrumentos de trabajo, un paraguas, poca ropa y una flauta.

Tras su imparable estudio y experiencia, se fue transformando el artista en un genio que desentrañaba los secretos de la Naturaleza: tierra, agua, aire y fuego.

Turner a pesar de su evolución, nunca abandonó la Academia, se mantuvo siempre fiel, participando de todas la actividades que derivaban de su pertenencia a dicha institución. Desde 1802 miembro de pleno derecho, cumplió durante tres décadas con sus obligaciones como profesor de perspectiva (1807-1838) y participó en casi todas sus exhibiciones anuales.

El mar, presente siempre en su vida. Turner siente una constante fascinación por los temasmarinos, que le acompañaron desde sus inicios. Pintó buques de guerra, barcos de vapor, veleros, barcas de pesca… luchando contra las olas, atracados en el puerto, etc. Supo plasmar como nadie las múltiples tonalidades del agua. El mar en calma, en tormenta, desafiante, amenazante, que cada año se cobraba víctimas de innumerables naufragios, un mar que era medio de vida.


Tormenta de nieve: “Aníbal y su ejército atravesando los Alpes”.(1811)
Óleo sobre tela, 146 x 237,5 cm.
Tate Britain, Londres


Turner, nos muestra en esta pintura el efecto de lo “sublime”.

“Lo que sea que de alguna manera sea terrible o conocedor de objetos terribles o que opere de cualquier análoga al terror, es fuente de lo Sublime”.
(Teoría del arte planteada por Edmund Burke)

Este efecto busca producir en el espectador una fuerte emoción y es un elemento importante del romanticismo.


Turner, hijo de un humilde barbero de Covent Garden, suspiraba por lo sublime. En su busca por lo sublime, Turner realizó gran número de viajes, tomando apuntes de escenarios grandiosos y condiciones meteorológicas extremas, que trasladaba a lienzos y que luego exponía con citas poéticas.

La emulación que hace Turner de la pintura barroca, las convierte en arte culto, pero no excluye referencias modernas.

Sus paisajes atmosféricos y de luminosidad descompuesta influyó considerablemente en el impresionismo.

Su primer viaje a París en 1802, tendría una especial importancia para él. En el Louvre estudió intensamente la obra de maestros antiguos, especialmente las marinas holandesas y a Claude Lorrain, que ejercerían un gran influjo en su pintura. Estos estudios dieron lugar a un cambio de estilo, los efectos atmosféricos de la luz adquieren una importancia cada vez mayor en su obra. Él vio en la pintura un medio de explorar el mundo a su estilo, de forma personal.

La mayor parte de sus cuadros poseen un fuerte contenido simbólico, proponen ilustrar el destino humano y los avatares de la historia.Turner experimentó emociones y encontró temas de ensueño, que más tarde con su genialidad transformó en sinfonías de luz y de color. Sus imágenes nos fascinan aunque no nos hacen pensar en nada humano, nada preciso, sólo colores y fantasmas inolvidables que se apoderan de nuestra imaginación. La humanidad sólo lo inspira cuando va ligada a la idea de la muerte.

En 1810, Goethe afirmó en su “Teoría de los colores que la contemplación de una sola superficie de color despierta la conciencia de la universalidad y armoniza al espectador con la unidad fundamental de las cosas”.
Los pintores ingleses, como Turner, entre los años 1840-45, realizaron cuadros basados en estos puntos de vista.

La naturaleza inmensa somete a la figura, que casi desaparece por completo, la línea del horizonte prácticamente desaparece. El cuadro (un paisaje, una marina) está cubierto por una gama de tonos concentrada en una porción reducida y se sitúa al límite de la abstracción.

Lluvia, humo y velocidad. El gran ferrocarril del oeste. (Antes de 1844)
Óleo sobre lienzo, 91 x 121,8 cm.


Es inconfundible la textura que Turner da a sus cuadros, la manera en que el artista dispone sus pinceladas y mezcla de colores. Es un estilo totalmente personal y sus seguidores los tendrá mucho más tarde, en el seno de la pintura informalista europea.

Turner pinta un paisaje en el que podemos identificar el puente que cruza el Támesis, entre Taplow y Maidenhead, que forma parte del recorrido que hace el ferrocarril del Oeste.

El pintor se interesa más por crear una atmósfera determinada que por ofrecer un verismo (Realismo llevado al extremo en las obras de arte) naturalista a través de los elementos que representa, al igual que en sus otros paisajes.

El ferrocarril apenas se distingue entre la bruma del ambiente, aparece casi de manera fantasmagórica.

El puente desaparece inmerso en una atmósfera onírica (eliminación del dibujo y los contrastes entre luces y sombras).

Detectamos su presencia por los cambios de color que observamos a la derecha del cuadro.

La bruma y el humo, mezclados con la lluvia, dan lugar a unos efectos cambiantes sumamente interesantes.


El cielo está construido con diversas capas de pintura superpuestas, con efectos de transparencias, que deja ver las que se encuentran en contacto con la tela. Turner con esta técnica consigue efectos especiales.

El tren parece querer salir del lienzo y echarse encima del espectador.
Pinceladas sueltas y vigorosas, colores puros, fuerza, movimiento, se conjugan en este lienzo de Turner dedicado al ferrocarril.

En 1844 expuso esta obra en las salas de la Royal Academy de Londres, el artista habría sobrepasado ya el cenit de su carrera y había conseguido la libertad de expresión, el intenso trazo cromático, vibrante, atmosférico: la abstracción, que convertía la luz y el color en algo más que simples elementos pictóricos.

Turner ha sabido imprimir al lienzo una fuerza que los propios impresionistas no sabrían captar por entero.

Monet no reconocerá la deuda con el artista inglés:
“En el pasado amé mucho a Turner, hoy lo amo mucho menos”
“¿Por qué?”
“No dibujaba bastante el color y ponía demasiado; lo he estudiado bastante bien”
(René Gimpel en su diario 28 de noviembre de 1918)

Este juicio apresurado no hace justicia a Turner, pero tampoco a Monet.

Ruskin, el máximo valedor de Turner, nos cuenta una anécdota poca seria, cree que el origen de este cuadro, se remonta a un viaje en tren en un día de tormenta, en el que se supone que el artista asomó la cabeza por la ventanilla, buscando sensaciones fuertes, Turner reprodujo la experiencia, aunque se supone que nosotros, los espectadores, contemplamos la llegada del tren desde una posición más ventajosa.

El romanticismo del cuadro se puede percibir en la locomotora, elemento de gran modernidad.

“Sin duda fue una improvisación hecha con una furia rabiosa, bosquejando cielo y tierra en un golpe de pincel, una verdadera extravagancia, pero hecha por un loco genial”.(Théophile Gautier –Histoire du romanticisme, 1872)
***
William Turner a su muerte en 1851 y finalmente resueltas las cuestiones legales que suscitó su testamento, como resultado, gran parte de sus obras –pinturas al óleo y acuarelas- por él legadas a la Nación, pasaron a la National Gallery.

Hoy, están distribuidas entre ésta, el Tate Britain y el British Museum. En Trafalgar Square han quedado sin embargo algunas de sus obras más bellas, como “El sol surgiendo tras el vapor”, que Turner deseaba que se colocara junto a otro de sus cuadros.

En la National Gallery, encontramos los cuadros de Turner “La salida del sol a través de la bruma” y “Dido construyendo Cartago”, entre dos cuadros de Claudio de Lorena. Esto se debe a una cláusula del testamento del artista, en la cual donaba estos cuadros al Museo con la condición de que se expusieran entre dos cuadros de Lorena. La Dido de Turner ha sido considerada una de sus más ambiciosas imitaciones de Lorena.
Pero ¿Qué pretendía?... reconocer la deuda con su predecesor o buscar una comparación directa con él… demostró que la pintura de paisaje como género importante había sido una creación del siglo XVII.
Dido construyendo Cartago, 1815
Óleo sobre lienzo, 155,5 x 232 cm.
The National Gallery. Londres.




Charles Baudelaire declaró: “El romanticismo reside (…) en la manera de sentir. A mi juicio, el romanticismo constituye la expresión más reciente de lo bello. Quién dice romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y aspiración al infinito, todo ello expresado por los medios artísticos”.
En el siglo XIX cuando Hegel asignó a la pintura la misión de plasmar el infinito, se encontraba en la base de las concepciones románticas.

El paisaje muy poco representado en el continente, en Gran Bretaña experimentó un cambio radical en cuanto a las normas. Turner, acuarelista de formación dió lugar a obras monumentales cuyo verdadero tema era la celebración de las fuerzas de la naturaleza, las armonías del cielo, la luz de un amanecer, el mar, el fuego, la vibración de la atmósfera, etc.

Turner compone escenas espectaculares, históricas o modernas, en el que intenta recrear con un colorido difuminado, los efectos de la luz.
Luz y color (La teoría de Goethe).1843
Óleo sobre lienzo, 78,5 x 78,5 cm
Londres. Tate Britain




Turner anticipa el arte del siglo XX.
Los espacios cromáticos autónomos de Turner ejercieron una fuerte influencia sobre el Impresionismo.

Turner estructuró cada cuadro a partir de un contraste específico de colores:
1.- negro-marrón-blanco amarillento o amarillo-rojo.
2.- negro-ocre-blanco-azul.

El tema es únicamente un pretexto para desarrollar esos contrastes. De ahí que se conviertan en un medio para expresar la lucha de las fuerzas elementales del universo, que se presentan como luz y oscuridad ó fenómenos climáticos.



Tormenta de nieve, 1842
Óleo sobre lienzo, 91,5 x 122 cm.
Tate Britain, Londres.


Turner se hizo atar durante cuatro horas a un mástil del Ariel Harwich, para observar con exactitud el temporal en alta mar.

Turner se encontraba en esa tempestad.

El cielo y el mar se unen para crear una unidad de torbellinos de color marrón oscuro –gris verdoso hasta blanco alrededor del barco; sólo una pequeña superficie del cielo, de color azul claro, permite esperar que este fenómeno natural acabe.

El ojo no puede encontrar un punto fijo.
Un vapor situado delante de un puerto hace señales y avanza a la sonda.

“Este caballero, en ocasiones anteriores escogió pintar con crema o chocolate, yema de huevo o gelatina de grosella; aquí usa todo su aparato de ingredientes de cocina”.
(Athenaeum, 14 de mayo de 1842)

Ruskin desconcertado con las últimas obras de Turner, en ocasiones tuvo que colocar marcas en las pinturas para saber cual era la parte de arriba y cual la de abajo.
"El Guerrero Temerario" remolcado a su último fondeadero, 1839
Óleo sobre lienzo, 91 x 122 cm.
Londres, National Gallery




El “Guerrero temerario” se expuso en la Royal Academy en 1839 con una cita del poema de Thomas Campbell “Marineros de Inglaterra”:

La bandera que soportó la batalla y la brisa
ya no le pertenece
”.


El Temerario se distinguió en la batalla de Trafalgar en 1805.

La Marina Británica tenía órdenes estrictas de retirar cualquier parte útil y salvable de un barco, antes de retirarlo para su desguace.

Turner encontró el viejo barco, vendido y remolcado para el desguace. En este cuadro el barco está manipulado con fines pictóricos y simbólicos: Empastes espesos que contrastan con zonas pintadas de forma ligera, los colores van de la luz a la oscuridad.

Turner crea la escena de un “Temerario” fantasma y un remolcador negro, arrojando fuego y hollín contra una puesta de sol fantástica.
Muere una época heroica, mientras llega otra edad de vapor y dinero. El sol poniente señala el final de una, mientras el reflejo de luna el nacimiento de la otra. El último destino del “Guerrero temerario” recuerda el fin de toda vida humana. Turner parecía lamentarse de la revolución industrial.
Cuando “El temerario” en 1838 fue transportado río arriba, no le quedaba ninguno de sus mástiles. Turner, al pintar todos sus mástiles y velas, le quiso devolver su gloria de antaño, como luciera en sus días de esplendor treinta años atrás.

Turner para dar al “Temerario” una presencia majestuosa lo pintó en alto, con la quilla apenas oculta bajo el agua, como elevándose por encima del mundo terrenal.

“Visto contra la luz de la puesta de sol, que casi la eclipsa, el Téméraire, otrora, gloria de la valentía británica en las guerras napoleónicas, se convierte en un fantasma en su camino al cementerio de barcos. La amargura de esta sepultura simbólica queda subrayada aún más por el tranquilo y pequeño vapor remolcador, que da la nota realista del aquí y ahora terrenos en el espectáculo de visión, donde las grandes proezas humanas desaparecen tras un horizonte lejano”
(Robert Rosenblum)

John Ruskin escribe: “Nunca más volverá el sol a extender sus dorados vestidos sobre él, ni la luz de las estrellas centelleará en las olas que salen de él cuando avanza por el mar…El hijo del marino no podrá responder ni saber qué rocío nocturno se esconde en lo profundo de las hendiduras causadas por la guerra en la madera del viejo Téméraire”.Turner calificó este cuadro como “su preferido”, se ha interpretado también como una reflexión del pintor sobre su vejez y la muerte.



El crítico John Ruskin, el máximo valedor de Turner en el tramo final de su vida, profundamente afectado por la muerte del artista, afirmó que con ella “iban a olvidarse en un sollozo más misterios de la naturaleza de los que podrían redescubrir los ojos de toda una generación”.
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