J.M.W.TURNER
Con esas palabras Lord Byron describió en su poema Darkness (Oscuridad) la extraña bruma que se cernió sobre Europa en el verano de 1815 y que se prolongó durante al menos dos años. Una oscura cortina cubrió el cielo, los anocheceres se tiñeron de atípicos colores, tal y como lo reflejó William Turner en sus famosos cuadros. Las noches se volvieron lúgubres y el frio asoló las mermadas poblaciones que trataban de reponerse de las guerras napoleónicas.
Ni aquellas guerras, que terminaron ese mismo año en Waterloo, ni la contaminación de la incipiente revolución industrial podían explicar aquella atmósfera. Las cosechas se retrasaron varios meses en 1816, ya que ni la primavera ni el verano se hicieron notar. Aquel año pasó a la historia como "El año sin verano".
Este ambiente sombrío inspiró a las figuras del Romanticismo. La tumultuosa vida que llevaba Lord Byron, le llevó a residir en Suiza, donde, acompañado de Percy Shelley y su mujer Mary y Polidori, dieron rienda suelta a su imaginación bajo aquellas noches tenebrosas. Fruto de aquellas reuniones surgieron obras maestras del terror, como el Frankenstein de Mary Shelley.
La explicación a todo aquello estaba lejos, al otro lado del globo terráqueo. En una pequeña isla indonesia, Sumbawa. Allí se encuentra Tambora, un inmenso volcán que había estado acumulando energía durante demasiado tiempo.
El imponente volcán que podemos observar en Google Earth no es ni la sombra de lo que fue antes de aquella erupción. Se calcula que pasó de tener más de 4000m de altitud a apenas 2850m en la actualidad.
Aquella fatídica noche del 11 de abril de 1815, la vida de los habitantes de aquella isla y algunas de alrededor llegó a su fin. Seis días antes asistieron con estupor a un extraño ruido, semejante al de cañonazos, que alertó a la población de la isla. Varios barcos locales de reconocimiento salieron del puerto. Aparentemente nada pudo explicar aquel estruendo. De vuelta al puerto, una lluvia de cenizas anticipó la erupción volcánica que acabaría derivando en una gran explosión varios días después. Una explosión de una magnitud terrible, que no tenía parangón en los últimos diez milenios en la Tierra.
La isla de Sumbawa y su vecina Lombok quedaron sepultadas bajo un manto de cenizas con todos sus habitantes. Desconocemos si alguien intentó huir de aquel infierno por mar, pero en cualquier caso no correría mejor suerte. La ingente cantidad de lava que se depositó sobre el mar de Bali provocó un inmenso tsunami que arrasó a numerosas islas en un radio de 1500 km. Podemos hacernos una idea de la tragedia humana si recordamos la acontecida recientemente por aquella zona en las Navidades de 2004, en este caso con motivo de un terremoto.
De la erupción del Tambora se estima que el balance de víctimas rondó los 100.000, pero los devastadores efectos de la explosión, equivalente en potencia a unas 60.000 bombas atómicas como la de Hiroshima, no quedaron ahí.
Las cenizas ocultaron el sol durante al menos tres días en 300km a la redonda y una gran cantidad de partículas de polvo (estimada en 150 millones de toneladas) fue arrojada al exterior del volcán, junto con descomunales cantidades de gases carbónicos y sulfurados y vapor de agua. Estas partículas llegaron a las capas más altas de la atmósfera. Por encima de la capa donde se forman las nubes y tienen lugar los fenómenos atmosféricos que condicionan nuestra vida. Esto provocó que ni las fuertes lluvias y nevadas que tuvieron lugar acabaran con la inmensa cantidad de partículas que quedaron suspendidas en la estratosfera.
El pequeño tamaño de esas partículas y la altura que alcanzaron propició que permanecieran en la atmósfera durante varios años, hasta que se fueron precipitando poco a poco en la superficie terrestre. Sometidos a las fuertes corrientes de aire, esas partículas en suspensión se dispersaron, haciéndose notar en todo el mundo. Tanto en la Península Ibérica como en Inglaterra, Francia o EEUU, países de los que contamos mayor número de referencias al suceso, sufrieron las consecuencias.
La gente de nuestra sociedad occidental percibió importantes cambios climáticos a los varios meses de ocurrir la erupción. Como hemos comentado, la temperatura bajó sensiblemente y las heladas se hacían frecuentes en verano, lo que ocasionó graves daños en las cosechas. Como dato podemos asegurar que en el año 1816, en España, no se registraron temperaturas superiores a los 15⁰C y hubo nevadas en junio. Por supuesto, la información no se propagaba tan velozmente como ahora, y la noticia del cataclismo tardó medio año en llegar a la prensa inglesa. La gente de aquella época vivió un cambio climático provocado por la naturaleza, y que afortunadamente la Tierra pudo regular en pocos años.
Hoy en día los arqueólogos se afanan por recuperar información de aquella población desaparecida. No parece difícil recomponer la historia, porque allí permanece todo intacto sepultado bajo 3m de residuos volcánicos. Por todo esto, este suceso es conocido como la “Pompeya del Este”. En los primeros trabajos, los investigadores descubrieron el cadáver calcinado de una mujer, en la cocina, con una mano cerca de unas botellas de cristal derretidas.
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