TORMENTAS DE TURNER
Tarde de bochorno. El calor encierra a las almas soñolientas entre paneles de brisas mecánicas. La luz se desvanece tras la ventana. Un estruendo anuncia la ansiada tormenta. La lluvia estalla contra cristales y aceras entre rayos y esperanzas. Tras veinte minutos la calma nos devuelve una ciudad limpia y fresca.
Aprovechamos la última tarde en Madrid para visitar el Prado. Costumbre iniciada el año pasado cuando visitamos la exposición de Sorolla. Encontramos el paseo exultante de hojas nuevas. Qué bonita esta Madrid con estas lluvias. Entramos en la exposición sin esperas. Pocos saben que permanece abierta las noches veraniegas.
En las paredes, los cuadros de J. L. W. Turner entre los de los maestros que inspiraron sus pinceles: el clasicismo del admirado Claudio de Lorena, las marinas de van Ruisdael, las intimidades de Rembrandt, los interiores de Battista, los paisajes de Constable. Asombra la veneración con que emuló formatos y temas aprehendiendo las esencias de otras épocas.
Los grandes lienzos de su etapa académica en los que recrea los pasajes bíblicos de De Lorena , Tiziano y Poussin. Los interiores de la escuela holandesa, los molinos de viento y las pinceladas cada vez más sueltas que moldean los cielos empastados en blancos y amarillos de Venecia. Esos cielos sublimes entre brumas y nubes de tormenta que le transformaron en un artista único.
Porque Turner libera los fondos con texturas de acuarela elevándolos sobre figuras y escenas desdibujadas y trabaja infinidad de matices en amaneceres y ocasos verdaderos protagonistas de sus telas. Unas telas trasmutadas en manchas modernas que agitan sombras de tormenta sobre aguas revueltas. La genialidad de un gran maestro.
Snow Storm-Steam-Boat off a Harbour’s Mouth. JMW Turner. 1842.
Turner y los Maestros. Museo Nacional del Prado. Edificio Jerónimos. salas A y B. Madrid. Hasta el 19 de septiembre de 2.010
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