domingo, enero 06, 2013

AKHENATON, EL FARAON QUE CREYO EN UN SOLO DIOS


Es sabido que la religión y la cultura egipcia se basaban en un politeísmo absoluto. Nombres de divinidades como OsirisAmónHorus, entre muchos otras, eran más que veneradas en aquellos tiempos, siendo parte de una cultura que todos los egipcios respetaban. Esta concepción se sostuvo firme durante casi tres mil años, hasta la llegada del cristianismo. Diversos egiptólogos han podido afirmar que según los diferentes períodos de reinado y necesidades, se veneraba a un dios por encima del resto de los dioses, pero sin olvidar el resto como dioses existentes y cumplidores de favores pedidos por el pueblo…

Akhenatón, el Faraón que creyó en un solo dios

Uno de los dioses más populares, fue el dios Amón,  un importante personaje dentro de la mitología egipcia que se encontraba en todas las cosas. Pero existió un corto período donde se presentó un Faraón que no creía en la divinidad  politeísta. Éste generó un quiebre en la cultura, política, arte y religión de Egipto, y fue conocido por el nombre de Akhenatón, el faraón que veneró un único dios.
Ajenatón o Amenhotep fue el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto, y reinó entre los años 1353 a 1338 a.C. Su nombre, Ajenatón significaba Amón está satisfecho, como modo de culto al dios más venerado en aquellos tiempos. Como único descendiente directo del Rey Amenhotep III, Ajenatón obtuvo el título de corregente del rey en los últimos años del reinado de su padre. Esto significaba, que a la muerte de éste, su hijo subiría al trono, y sería el nuevo Faraón de Egipto. Se sostiene que los primeros cinco años del reinado de este singular Faraón transcurrieron con normalidad, sin haber muestras relevantes de algún cambio drástico en la religión o en las normas del estado. El gran cambio se estaba preparando y no estaba siendo fomentado solo por Ajenatón, sino también por el incansable apoyo de su legendaria mujer, Nefertiti. En aquellos tiempos, el culto al dios Amón era privilegiado por sobre todo el resto de los dioses, y el Faraón de turno era considerado una divinidad más. Pero Ajenatón creó una religión basada en un dios perteneciente a la mitología egipcia llamado Atón, dios solar, venerándolo solo a éste, y representándolo como dios de todas las cosas, olvidando el resto de los dioses mitológicos existentes y rompiendo relaciones y privilegios con el clero de Amón. El Faraón cambió su nombre por el que actualmente conocemos como Akhenatón, que significa Atón está satisfecho, y se autoproclamó como único intermediario entre el dios Atón y el pueblo.
El símbolo del culto familiar se consideró sagrado, mostrando en numerosas pinturas  la imagen de Akhenatón con su bella mujer Nefertiti adorando al círculo solar Atón junto con sus hijas, convirtiéndose en un icono de adoración de la nueva cultura oficial. La nueva institución también impulsó a un nuevo sistema de oración y ceremonias. Anteriormente, los templos donde se realizaban los ritos religiosos eran espacios oscuros y cerrados, donde unos pocos tenían acceso a diversas partes del mismo, generando una exclusividad total que solo era otorgada a los miembros de la realeza y el clero. Con la nueva reforma, los templos se abrieron hacia el exterior  y fueron conformados por amplios balcones que se explayaban hacia la luz, para permitir que las ceremonias se realizaran al aire libre. Otra de las innovaciones que surgieron en este corto reinado, fue la creación de una nueva capital, la cual se llamó Ajetatón, que significaba “próximo aAton”; lugar que fue destruido tras la muerte del Faraón. En cuanto al arte, se lograron numerosas mejoras, dado que se pasó de la representación rústica típica de los reinados anteriores, donde se mostraban las figuras humanas rígidas y sin expresión, a una representación completamente nueva, donde las figuras son más humanizadas, demostrando naturalidad y veracidad en las descripciones. De todas formas, esta religión no tuvo gran trascendencia ni peso en el resto de los egipcios, dado que existen pruebas de que estos continuaban venerando a los dioses menores, de la agricultura, la siembra, el clima, a expensas del culto impuesto por el estado. Dado a la falta de documentación de aquellos tiempos, es muy difícil poder determinar en qué momento terminó el reinado de Akhenatón y cuándo se desvaneció el monoteísmo por completo. Las evidencias muestran que a partir del decimoséptimo año de reinado del Faraón, no se encuentran nuevas construcciones que evidencien la continuidad de su reinado, de modo que se cree que éste murió en aquellos años. Tampoco se sabe mucho de su mujer, Nefertiti, la cual se cree que murió antes que su marido, en el decimocuarto año de reinado.
El sucesor de Akhenatón fue el Faraón Semenjkara, quien dirigió un reinado muy corto, probablemente de dos años, según demuestran los legados históricos. Durante su gobierno, la imagen de adoración a Atón fue siendo cambiada paulatinamente por la imagen de Amón, implantando nuevamente el culto del politeísmo. Este hecho se dio por concreto cuando subió al trono su sucesor, un niño de la realeza, hijo que Akhenatón obtuvo con su esposa secundaria, Kiya, dado que Nefertiti que tenía el privilegiado título de Gran Esposa Real sólo le concedió hijas mujeres. El nombre del nuevo faraón sería Tut-anj-Atón, personaje que hoy en día todos conocemos como Tutankamón, Faraón que no obtuvo gran relevancia en la historia de Egipto, más que haberle devuelto el culto a Amón tras la revolución que había generado su padre; pero que de todas formas, es conocido por el mundo entero por su rico legado escultórico, como la muy conocida máscara faraónica que actualmente se encuentra en el Museo del Cairo[1]

TIEMPO PARA LA MEMORIA


Lo cortés no quita lo valiente


J.M. William Turner (1822-1824)

El 21 de octubre de 1805, una flota combinada franco-española, al mando del vicealmirante francés Pierre de Villeneuve (1763-1806), con el teniente general del mar Federico Gravina (1756-1806) como jefe de la escuadra española, que había salido dos días antes del puerto de Cádiz rumbo a Nápoles (con la manifiesta oposición de los marinos españoles que recomendaban esperar, por ser el viento desfavorable y aproximarse una tempestad a la zona), antes de llegar al estrecho de Gibraltar, se encontró con la Armada Británica, a las órdenes del vicealmirante Lord Horatio Nelson (1758-1805), que la estaba esperando frente al cabo de Trafalgar.

ARTE Y PINTURA

Joseph Mallord William Turner, pintor inglés, (Covent Garden, Londres, 23 de Abril de 1775-Chelsea, Londres, 19 de Diciembre de 1851). Formado artísticamente en la Real Academia (Royal Academy) londinense, donde ingresa con tan sólo catorce años de edad (1789-1793) y de la que con posterioridad sería profesor de perspectiva (1807) e incluso su presidente (1845). Viajero por parte de Europa, descubrió las tierras de Irlanda, Suiza o Escocia, concediendo a sus pinturas un cierto carácter cosmopolita. Grabador y acuarelista en sus años de juventud, no dirige su carrera hacia la pintura al óleo hasta finales del siglo XVIII (1796). Cuidadoso y selecto, su estilo es resultado constante de su propia evolución que parte del gusto por un cromatismo apagado y centrado en las formas hasta llegar a la predilección declarada por los tonos vivos, los efectos de la luz y un escaso interés por los objetos (El color sobrepasa al trazo). De hecho, su peculiar visión lo convierte en una de las fuentes del futuro impresionismo y en un autor de cabecera para entre otros: Claude MonetAlfred Sisley o Camille Pissarro. En este sentido, otras voces sitúan su obra no como germen del citado impresionismo, sino más bien, como una continuación de la tradición holandesa del siglo XVII o del preromanticismo inglés del siglo XVIII. No obstante, más allá de esta polémica, su cuantioso legado (200000 trabajos) junto a la portentosa temática de sus lienzos forjada en la tradición romántica, nos ofrece paisajes donde el transcendente sentido otorgado a la naturaleza, la atmósfera y el mar así como su delicado tratamiento de la luz crepuscular ponen de manifiesto las virtudes de un artista único y sensacional.

Navíos virando para echar el ancla, marina Egremont, 1802

El muelle de Calais, 1803.

El puente del diablo de San Gotardo, 1804.

Naufragio, 1805.

Sol naciente en la bruma, 1807.

La batalla de Trafalgar vista desde las jarcias del palo de la mesana del Victory, 1808.

La bahía de Baia con Apolo y Silbina, 1823.

Residencia de William Moffat, tarde de verano, 1827.

Régulo, 1827.

Venecia desde el pórtico de la iglesia de Salute, 1835.

El valeroso Temeraire remolcando a su último fondeadero, 1838.

Sombras y tinieblas, la tarde del diluvio, 1843.

Boyas para señalar un naufragio, 1845.

"Burning Blubber"(1844-1845). J.M.William Turner

“El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada…”


"Burning Blubber"(1844-1845). J.M.William Turner


Es la llama un desvarío que habita

la sombra desde el fuego,

llanto ardiente que batalla

con las aguas más pobres.

Y de sus propios rescoldos alumbra

aquello que contempla.

J.M.WILLIAM TURNER

La última singladura del Temeraire
Joseph Mallord William Turner
Año 1839
© National Gallery, Londres

En una encuesta llevada a cabo en 2005 por la National Gallery de Londres, esta marina de J. M. William Turner (1775-1851) fue declarada la mejor pintura inglesa de todos los tiempos. El propio Turner la consideraba una de sus obras predilectas. Destaca en ella un espectacular cielo encendido durante el ocaso, lo que –en combinación con la escena marítima representada– tiene una fuerte carga simbólica. El título original del lienzo es: The Fighting Temeraire tugged to her last berth to be broken up (“El combativo Temeraire remolcado a su último punto de atraque para ser desguazado”), si bien lo hemos rotulado con uno de los nombres abreviados con los que también se conoce la obra. En 1838, Turner fue testigo de cómo el HMS Temeraire era remolcado desde la base de la flota de la Marina Real Británica, en Sherness –en la desembocadura del Támesis–, hasta los astilleros donde tuvo lugar su desguace. Se llegaba así al final de una época. El pintor hace coincidir el ocaso solar con el ocaso de uno de los últimos grandes barcos de guerra a vela ingleses. La modernidad se abría paso, imparable, simbolizada por el remolcador a vapor y –desplazándonos al cielo– por la luna creciente representada en la parte superior izquierda del lienzo. Atrás quedaban los días de gloria, en que los ingleses eran la primera potencia marítima militar. La navegación a vela, simbolizada por elHMS Temeraire, es conducida a su lecho de muerte por la máquina de vapor, dando inicio una nueva era. La luz rojiza y anaranjada del cielo ilumina toda la escena. En esta ocasión, los elementos del paisaje –particularmente los barcos– están mejor definidos que en otras conocidas pinturas del artista, donde se roza la abstracción, ya que Turner no quiere que el espectador pierda el hilo narrativo de la historia.

© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es

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