jueves, julio 11, 2013

ROMANTICISMO

JOSEPH MALLORD WILLIAM TURNER (23-04-75 Londres) Romanticismo.



GLACIAR Y MANANTIAL DEL ARVERON.
Después de Gales y Escocia, en 1802, le llegó el turno a Suiza, donde Turner va observando y anotando todo lo que el espectáculo de la naturaleza le presenta. Durante esta larga excursión por las montañas, el artista dio libre albedrío a su personalidad, explorando escenarios en los que pocos artistas ingleses habían tenido el atrevimiento de aventurarse, recogiendo una gran cantidad de material y desarrollando los progresos técnicos que, en la década siguiente, transformarían su pintura paisajística.
Después del viaje a Suiza, Turner realizó una serie de acuarelas, algunas de ellas de grandes dimensiones, en las que expresó su sentido de la grandiosidad y de la desolación del paisaje montano. Un detalle curioso es que estas obras presentan poquísimas, y a veces ninguna, figuras humanas. La acuarela del Glaciar y manantial de Arveron, más allá del encanto que suscita el paisaje alpino, impresiona sobre todo por la técnica, que Turner lleva a un altísimo nivel de refinamiento.
Fuente: Entender la Pintura . Ediciones Orbis S.A. 1989







EL INCENDIO DE LA CAMARA DE LOS LORES Y LOS COMUNES.

El incendio del Parlamento de Londres tuvo lugar la noche del 16 de octubre de 1834 y destruyó casi por completo el edificio. El acontecimiento fue para la gran muchedumbre reunida un auténtico espectáculo (hasta el punto de suscitar un aplauso final en el momento en que se derrumbó el techo), y este aspecto escenográfico fue captado con todo su teatral dramatismo en la pintura de Turner. También el pintor asistió al incendio y rellenó decenas de hojas de apuntes, como si quisiera aprovechar la ocasión para estudiar del natural una de aquellas escenas de destrucción y de ruina que tantas veces había imaginado. Los bocetos a lápiz y a acuarela le sirven para preparar y llevar a cabo el gran cuadro del incendio: por razones compositivas, las llamas se dirigen hacia el río (aunque en la realidad se dirigían a la abadía de Westminster, que resultó ilesa gracias al repentino cambio del viento) y se reflejan en el espejo del Támesis. La pintura está dividida en dos zonas mediante la línea del horizonte, realzada a la izquierda por las arcadas del puente y a la derecha por la imagen fantástica de la silueta de la abadía, mientras que en la esquina inferior derecha avanzan las masas oscuras de las embarcaciones. Pero ¿cómo consigue Turner dar a la gran llamarada amarilla, anaranjada y roja ese especial carácter de furor y cercanía? Rehace prácticamente la escena, reinventa las tonalidades del incendio, crea el volumen de las llamas con la materia del color en un ambiente irreal que sin embargo consigue hacer del drama el momento sublime de un hecho excepcional. Y una vez más el hombre aparece como un impotente espectador de las fuerzas de la naturaleza, capaces de convulsionarlo. Fuente: Entender la pintura. Ediciones Orbis 1989   Cuadros: La Ciudad de la Pintura.

Cuadro del encabezamiento del blog: Transportistas de carbón en gabarras descargando de noche al claro de la luna

LOS PINTORES ROMANTICOS

Los pintores románticos

 ("Lluvia, vapor y velocidad", 1844, Turner)

De la misma forma que en el arte barroco encontramos diferencias entre unos autores y otros, y sin embargo los encuadramos a todos ellos bajo la misma rúbrica de "barrocos", en la pintura romántica ocurre otro tanto: ¿que tienen en común Turner, Piranesi, Vernet, Friedrich, Constable, Géricault, Delacroix y los prerrafaelistas? En primer lugar que realizan su obra en los primeros sesenta años del siglo XIX, aunque otros que no se corresponden con el romanticismo empezarán su obra solapadamente con aquellos años: neoclásicos, realistas...

Quizá el romanticismo, que no es solo un estilo artístico, sino también una concepción de la vida, sea la vertiente no racionalista de la Ilustración, porque algunos pintores, como por ejemplo Piranesi, encuentran su inspiración en el siglo XVIII. En el campo de la literatura ¿podemos considerar a Goethe un romántico? Creo que sí, como también a Goya cuando exalta el heroísmo del pueblo ante los abusos de la invasión napoleónica. Behetoven nos inspira romanticismo en varias de sus sinfonías (la "Pastoral", pero también la Quinta). David, el propagandista de Napoleón, no es romántico por la técnica, pero ¿no es una estampa romántica la del emperador pasando los Alpes o los hermanos Horacios juramentándose ante su padre y llorosas hermanas? Esto quiere decir que el romanticismo venía fraguándose desde hacía tiempo al calor de ideas de libertad que tienen su origen en el siglo de las Luces. Las revoluciones políticas y económicas hacen el resto: las primeras para exaltar más aún el espíritu de libertad y de admiración por las épocas heroicas (la Edad Media) y las libertades económicas como ruptura de un orden que venía lentamente resquebrajándose. (Arriba, "La catedral de Salisbury", Constable, 1823).

En pintura llamamos romanticismo a las visiones brumosas de Turner, que parece anticipar el impresionismo; llamamos romanticismo a los paisajes tormentosos de Vernet, a las ruinas de Piranesi, a la paz aldeana de Constable, a las visiones misteriosas y antinaturales de los prerrafaelistas, a las escenas tremendas y llenas de movimiento de Delacroix, al desorden bohemio de Minardi y a las escenas con personajes de espaladas al espectador de Friedrich.

Volviendo a la literatura, son románticos Espronceda y Rosalía de Castro, y sin embargo son visiones disintas de la poesía: heroica y arrojada una, nostálgica la otra. Un canto a la supervivencia es "Los náufragos de la Medusa"; una visión fantástica es "La barca de Dante", y dichas obras no tienen nada que ver con "La catedral de Salisbury" de Constable. (Ver en este blog, "Pérez Villaamil, pintor romántico internacional").



John Constable

John Constable. Biografía y obra
Vida y obra de John Constable
AutorretratoNacido en 1776, suele decirse de John Constable que con él la pintura inglesa alcanzó la contemporaneidad a través del estudio del paisaje, llegando a acuñarse, gracias a su obra, el término "manera inglesa" con motivo de una exposición celebrada en París en el año 1804.
De formación académica, rápidamente descubrió que, frente al auge del retrato tan de moda en los contextos artísticos ingleses de finales del siglo XVIII y principios del XIX, su verdadera vocación estaba enfocada al paisaje, considerado por él como un mundo dramático lleno de sugestiones nuevas tanto para el ojo como para el espíritu, razón por la cual fue considerado un magnífico narrador de la naturaleza de las tierras británicas.
Constable recorrió los paisajes británicos palmo a palmo con su caballete, inspirándose para sus obras en la visión directa de la naturaleza y apoyándose, por supuesto, en su dominio del dibujo adquirido gracias a su formación en la Academia Real de Londres. A la hora de acometer una obra, Constable realizaba tres o cuatro bocetos, aplicando, a continuación, una solidísima paleta de gran consistencia sobre la que, aprovechando el grosor de la materia, aplicaba unos toques blancos que conferían al paisaje una enorme brillantez.
John Constable: El molino de Dedham
En su etapa de juventud, Constable mostró ya un concepto muy revolucionario, inspirándose entre otros en el poeta Wordsworth, en cuadros que Claudio de Lorena que tuvo la oportunidad de admirar tanto en colecciones privadas inglesas como en sus viajes a Italia, y en los paisajistas holandeses que se desmarcaron de la temática religiosa barroca gracias a una clientela sobre todo burguesa que les permitía cultivar la temática profana.
Buena parte de la idiosincrasia artística de Constable quedó plasmada en numerosas cartas en las que, además de referirse a reconocidos artistas del pasado y el presente como Tiziano, Wilson o el citado Claudio de Lorena; manifestó sus inquietudes y sus preferencias pictóricas.
Para él, tiene gran importancia el claroscuro de la naturaleza, el cual utiliza de manera descriptiva diluyendo el color del fondo y jugando con los contrastes dramáticos entre luces y sombras. Para él, puesto que la representación del paisaje lleva implícito un elemento dramático, no hay nada mejor que subrayar ese dramatismo por medio de la luz.
La Bahía de Weymouth, de Constable
Igualmente, se considera a Constable todo un maestro en el uso de la mancha a la hora de captar los volúmenes, algo que queda de manifiesto en sus representaciones de árboles, nubes, agua, etcétera. Asimismo, gracias a su práctica habitual de salir al campo al encuentro directo con la naturaleza, fue capaz de captar paisajes muy descriptivos, casi anecdóticos.
De esta primera etapa de juventud, además de algunos retratos y alguna obra de temática religiosa, la mayor parte de sus obras se corresponden a paisajes naturalistas de espacios bien conocidos por él por encontrarse cerca de su Suffolk natal, como por ejemplo "El Valle de Dedhman" (1802), "Vista de Epson" (1809), "Esclusas y granjas sobre el Stour" (1811), así como varios cuadros de "La bahía de Weymouth".
El Valle de Dedhman, de John Constable
Rebasada la década de los veinte del siglo XIX, puede considerarse que la obra de John Constable va dando un giro progresivo hacia una concepción mucho más melancólica y romántica del paisaje, dando como resultado una obra totalmente desposeída de cualquier rasgo de academicismo donde no se aprecia ni rastro de dibujo ni de manchas cromáticas, sino un juego diluido y expresionista de elementos, algo que se ha venido denominando como "el claroscuro de la naturaleza".
La carreta de heno, de John Constable
De esta etapa es su célebre obra "La carreta de heno" (1821), con la cual obtuvo la medalla de oro del Salón de París de 1824 al ser considerada una obra prácticamente de vanguardia. Sin embargo, es quizás su serie de cuadros sobre "La Catedral de Salisbury" la obra más conocida de Constable, donde presenta una serie de visiones de esta espectacular catedral gótica realizadas entre 1823 y 1831.
La Catedral de Salisbury desde el Palacio Arzobispal
Buena parte de la modernidad de las distintas vistas de la Catedral de Salisbury de John Constable radica en el hecho de presentar un mismo monumento a distintas horas del día con el fin de buscar la experimentación del ojo humano y apreciar cómo un elemento estático, es capaz de cambiar en función de los condicionantes climáticos y ambientales. 
Supone igualmente un clarísimo guiño romántico el hecho de elegir como let-motiv un elemento estático de origen medieval, como es la gótica catedral de Salisbury y su espectacular aguja, añadiendo en cada obra de la serie alrededor de ella un conjunto de elementos de carácter anecdótico.
John Constable: El maizal (1828)
En sus últimas obras, ya hacia 1830, los paisajes de Constable acusan aún más si cabe la recurrencia de la mancha, presentando composiciones partidas por una línea de horizonte y unos fondos que casi vienen a anunciar el impresionismo, como se aprecia en las obras "El maizal" (1828) y "Granja en el valle" (1835)

TURNER UN PINTOR ROMANTICO

TURNER, UN PINTOR ROMÁNTICO


Turner, un pintor romántico

El paisaje inflama tanto el aire, que la vista ya no resiste y el horizonte enceguece de fuego.
Turner


Decía Baudelaire: “El romanticismo no se halla ni en la elección de los temas ni en su verdad exacta, sino en el modo de sentir. Para mí, el romanticismo es la expresión más reciente y actual de la belleza. Y quien dice romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y tendencia al infinito, expresados por todos los medios de los que disponen las artes”. Si aceptamos esa definición, sin duda Joseph Mallord Turner es quizá el más grande de los pintores románticos y acaso uno de los principales maestros de la pintura inglesa de todos los tiempos. El romanticismo, en general, antepone los sentimientos a la razón y el romanticismo pictórico, en particular, se define por la riqueza interior, apasionada del artista y su creatividad, aislada y conmovida ante lo desconocido y misterioso, fuere la noche, las ruinas, los cementerios, la muerte, la luna o los diversos fenómenos de la naturaleza.
Turner nació en Londres, en Abril de 1775, en una humilde cuna. Era hijo de un barbero y una madre que poco después perdió la razón. A los 14 años dominaba la técnica de la acuarela como pocos y apenas rebasaba los 20 años cuando ingresó a la Real Academia de Arte.
Fue un paisajista impar y en sus cuadros representó el poder de la naturaleza y la belleza de sus atmósferas bajo la magnificencia de la luz, de tal modo, que resultó un inspirador insoslayable para los artistas modernos que lo sucedieron, sobre todo los impresionistas, maravillados ante sus figuras difuminadas y sus nieblas vaporosas.
La lluvia, la niebla, el mar o los canales de Venecia consagran, en el pincel de Turner, la supremacía de la luz sobre la forma, siempre cambiante, efímera e inestable.
El óleo de 1839,que ilustra estas líneas, El temerario remolcado a dique seco,explica mejor que cien metáforas lo espléndido del arte de aquel genio.
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