ROMANTICISMO
JOSEPH MALLORD WILLIAM TURNER (23-04-75 Londres) Romanticismo.
GLACIAR Y MANANTIAL DEL ARVERON.
Después de Gales y Escocia, en 1802, le llegó el turno a Suiza, donde Turner va observando y anotando todo lo que el espectáculo de la naturaleza le presenta. Durante esta larga excursión por las montañas, el artista dio libre albedrío a su personalidad, explorando escenarios en los que pocos artistas ingleses habían tenido el atrevimiento de aventurarse, recogiendo una gran cantidad de material y desarrollando los progresos técnicos que, en la década siguiente, transformarían su pintura paisajística.
Después del viaje a Suiza, Turner realizó una serie de acuarelas, algunas de ellas de grandes dimensiones, en las que expresó su sentido de la grandiosidad y de la desolación del paisaje montano. Un detalle curioso es que estas obras presentan poquísimas, y a veces ninguna, figuras humanas. La acuarela del Glaciar y manantial de Arveron, más allá del encanto que suscita el paisaje alpino, impresiona sobre todo por la técnica, que Turner lleva a un altísimo nivel de refinamiento.
Fuente: Entender la Pintura . Ediciones Orbis S.A. 1989
EL INCENDIO DE LA CAMARA DE LOS LORES Y LOS COMUNES.
El incendio del Parlamento de Londres tuvo lugar la noche del 16 de octubre de 1834 y destruyó casi por completo el edificio. El acontecimiento fue para la gran muchedumbre reunida un auténtico espectáculo (hasta el punto de suscitar un aplauso final en el momento en que se derrumbó el techo), y este aspecto escenográfico fue captado con todo su teatral dramatismo en la pintura de Turner. También el pintor asistió al incendio y rellenó decenas de hojas de apuntes, como si quisiera aprovechar la ocasión para estudiar del natural una de aquellas escenas de destrucción y de ruina que tantas veces había imaginado. Los bocetos a lápiz y a acuarela le sirven para preparar y llevar a cabo el gran cuadro del incendio: por razones compositivas, las llamas se dirigen hacia el río (aunque en la realidad se dirigían a la abadía de Westminster, que resultó ilesa gracias al repentino cambio del viento) y se reflejan en el espejo del Támesis. La pintura está dividida en dos zonas mediante la línea del horizonte, realzada a la izquierda por las arcadas del puente y a la derecha por la imagen fantástica de la silueta de la abadía, mientras que en la esquina inferior derecha avanzan las masas oscuras de las embarcaciones. Pero ¿cómo consigue Turner dar a la gran llamarada amarilla, anaranjada y roja ese especial carácter de furor y cercanía? Rehace prácticamente la escena, reinventa las tonalidades del incendio, crea el volumen de las llamas con la materia del color en un ambiente irreal que sin embargo consigue hacer del drama el momento sublime de un hecho excepcional. Y una vez más el hombre aparece como un impotente espectador de las fuerzas de la naturaleza, capaces de convulsionarlo. Fuente: Entender la pintura. Ediciones Orbis 1989 Cuadros: La Ciudad de la Pintura.
Cuadro del encabezamiento del blog: Transportistas de carbón en gabarras descargando de noche al claro de la luna
Después de Gales y Escocia, en 1802, le llegó el turno a Suiza, donde Turner va observando y anotando todo lo que el espectáculo de la naturaleza le presenta. Durante esta larga excursión por las montañas, el artista dio libre albedrío a su personalidad, explorando escenarios en los que pocos artistas ingleses habían tenido el atrevimiento de aventurarse, recogiendo una gran cantidad de material y desarrollando los progresos técnicos que, en la década siguiente, transformarían su pintura paisajística.
Después del viaje a Suiza, Turner realizó una serie de acuarelas, algunas de ellas de grandes dimensiones, en las que expresó su sentido de la grandiosidad y de la desolación del paisaje montano. Un detalle curioso es que estas obras presentan poquísimas, y a veces ninguna, figuras humanas. La acuarela del Glaciar y manantial de Arveron, más allá del encanto que suscita el paisaje alpino, impresiona sobre todo por la técnica, que Turner lleva a un altísimo nivel de refinamiento.
Fuente: Entender la Pintura . Ediciones Orbis S.A. 1989
EL INCENDIO DE LA CAMARA DE LOS LORES Y LOS COMUNES.
El incendio del Parlamento de Londres tuvo lugar la noche del 16 de octubre de 1834 y destruyó casi por completo el edificio. El acontecimiento fue para la gran muchedumbre reunida un auténtico espectáculo (hasta el punto de suscitar un aplauso final en el momento en que se derrumbó el techo), y este aspecto escenográfico fue captado con todo su teatral dramatismo en la pintura de Turner. También el pintor asistió al incendio y rellenó decenas de hojas de apuntes, como si quisiera aprovechar la ocasión para estudiar del natural una de aquellas escenas de destrucción y de ruina que tantas veces había imaginado. Los bocetos a lápiz y a acuarela le sirven para preparar y llevar a cabo el gran cuadro del incendio: por razones compositivas, las llamas se dirigen hacia el río (aunque en la realidad se dirigían a la abadía de Westminster, que resultó ilesa gracias al repentino cambio del viento) y se reflejan en el espejo del Támesis. La pintura está dividida en dos zonas mediante la línea del horizonte, realzada a la izquierda por las arcadas del puente y a la derecha por la imagen fantástica de la silueta de la abadía, mientras que en la esquina inferior derecha avanzan las masas oscuras de las embarcaciones. Pero ¿cómo consigue Turner dar a la gran llamarada amarilla, anaranjada y roja ese especial carácter de furor y cercanía? Rehace prácticamente la escena, reinventa las tonalidades del incendio, crea el volumen de las llamas con la materia del color en un ambiente irreal que sin embargo consigue hacer del drama el momento sublime de un hecho excepcional. Y una vez más el hombre aparece como un impotente espectador de las fuerzas de la naturaleza, capaces de convulsionarlo. Fuente: Entender la pintura. Ediciones Orbis 1989 Cuadros: La Ciudad de la Pintura.
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