Óleo sobre tela, 146 x 237,5 cm.
Turner, hijo de un humilde barbero de Covent Garden, suspiraba por lo sublime. En su busca por lo sublime, Turner realizó gran número de viajes, tomando apuntes de escenarios grandiosos y condiciones meteorológicas extremas, que trasladaba a lienzos y que luego exponía con citas poéticas.
La emulación que hace Turner de la pintura barroca, las convierte en arte culto, pero no excluye referencias modernas.
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Su primer viaje a París en 1802, tendría una especial importancia para él. En el Louvre estudió intensamente la obra de maestros antiguos, especialmente las marinas holandesas y a Claude Lorrain, que ejercerían un gran influjo en su pintura. Estos estudios dieron lugar a un cambio de estilo, los efectos atmosféricos de la luz adquieren una importancia cada vez mayor en su obra. Él vio en la pintura un medio de explorar el mundo a su estilo, de forma personal.
Turner experimentó emociones y encontró temas de ensueño, que más tarde con su genialidad transformó en sinfonías de luz y de color. Sus imágenes nos fascinan aunque no nos hacen pensar en nada humano, nada preciso, sólo colores y fantasmas inolvidables que se apoderan de nuestra imaginación. La humanidad sólo lo inspira cuando va ligada a la idea de la muerte.
Los pintores ingleses, como Turner, entre los años 1840-45, realizaron cuadros basados en estos puntos de vista.
Es inconfundible la textura que Turner da a sus cuadros, la manera en que el artista dispone sus pinceladas y mezcla de colores. Es un estilo totalmente personal y sus seguidores los tendrá mucho más tarde, en el seno de la pintura informalista europea.Turner pinta un paisaje en el que podemos identificar el puente que cruza el Támesis, entre Taplow y Maidenhead, que forma parte del recorrido que hace el ferrocarril del Oeste.
El pintor se interesa más por crear una atmósfera determinada que por ofrecer un verismo (Realismo llevado al extremo en las obras de arte) naturalista a través de los elementos que representa, al igual que en sus otros paisajes.
El ferrocarril apenas se distingue entre la bruma del ambiente, aparece casi de manera fantasmagórica.
El puente desaparece inmerso en una atmósfera onírica (eliminación del dibujo y los contrastes entre luces y sombras).
Detectamos su presencia por los cambios de color que observamos a la derecha del cuadro.
La bruma y el humo, mezclados con la lluvia, dan lugar a unos efectos cambiantes sumamente interesantes.
El cielo está construido con diversas capas de pintura superpuestas, con efectos de transparencias, que deja ver las que se encuentran en contacto con la tela. Turner con esta técnica consigue efectos especiales.
El tren parece querer salir del lienzo y echarse encima del espectador.
Pinceladas sueltas y vigorosas, colores puros, fuerza, movimiento, se conjugan en este lienzo de Turner dedicado al ferrocarril.
En 1844 expuso esta obra en las salas de la Royal Academy de Londres, el artista habría sobrepasado ya el cenit de su carrera y había conseguido la libertad de expresión, el intenso trazo cromático, vibrante, atmosférico: la abstracción, que convertía la luz y el color en algo más que simples elementos pictóricos.
Turner ha sabido imprimir al lienzo una fuerza que los propios impresionistas no sabrían captar por entero.
Monet no reconocerá la deuda con el artista inglés:
“En el pasado amé mucho a Turner, hoy lo amo mucho menos”
“¿Por qué?”
“No dibujaba bastante el color y ponía demasiado; lo he estudiado bastante bien”(René Gimpel en su diario 28 de noviembre de 1918)
Este juicio apresurado no hace justicia a Turner, pero tampoco a Monet.
Ruskin, el máximo valedor de Turner, nos cuenta una anécdota poca seria, cree que el origen de este cuadro, se remonta a un viaje en tren en un día de tormenta, en el que se supone que el artista asomó la cabeza por la ventanilla, buscando sensaciones fuertes, Turner reprodujo la experiencia, aunque se supone que nosotros, los espectadores, contemplamos la llegada del tren desde una posición más ventajosa.
El romanticismo del cuadro se puede percibir en la locomotora, elemento de gran modernidad.
“Sin duda fue una improvisación hecha con una furia rabiosa, bosquejando cielo y tierra en un golpe de pincel, una verdadera extravagancia, pero hecha por un loco genial”.(Théophile Gautier –Histoire du romanticisme, 1872)
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William Turner a su muerte en 1851 y finalmente resueltas las cuestiones legales que suscitó su testamento, como resultado, gran parte de sus obras –pinturas al óleo y acuarelas- por él legadas a la Nación, pasaron a la National Gallery.
Hoy, están distribuidas entre ésta, el Tate Britain y el British Museum. En Trafalgar Square han quedado sin embargo algunas de sus obras más bellas, como “El sol surgiendo tras el vapor”, que Turner deseaba que se colocara junto a otro de sus cuadros.
En la National Gallery, encontramos los cuadros de Turner “La salida del sol a través de la bruma” y “Dido construyendo Cartago”, entre dos cuadros de Claudio de Lorena. Esto se debe a una cláusula del testamento del artista, en la cual donaba estos cuadros al Museo con la condición de que se expusieran entre dos cuadros de Lorena. La Dido de Turner ha sido considerada una de sus más ambiciosas imitaciones de Lorena.
Pero ¿Qué pretendía?... reconocer la deuda con su predecesor o buscar una comparación directa con él… demostró que la pintura de paisaje como género importante había sido una creación del siglo XVII.
Dido construyendo Cartago, 1815
Óleo sobre lienzo, 155,5 x 232 cm.
The National Gallery. Londres.
Charles Baudelaire declaró: “El romanticismo reside (…) en la manera de sentir. A mi juicio, el romanticismo constituye la expresión más reciente de lo bello. Quién dice romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y aspiración al infinito, todo ello expresado por los medios artísticos”.
En el siglo XIX cuando Hegel asignó a la pintura la misión de plasmar el infinito, se encontraba en la base de las concepciones románticas.
El paisaje muy poco representado en el continente, en Gran Bretaña experimentó un cambio radical en cuanto a las normas. Turner, acuarelista de formación dió lugar a obras monumentales cuyo verdadero tema era la celebración de las fuerzas de la naturaleza, las armonías del cielo, la luz de un amanecer, el mar, el fuego, la vibración de la atmósfera, etc.
Turner compone escenas espectaculares, históricas o modernas, en el que intenta recrear con un colorido difuminado, los efectos de la luz.
Luz y color (La teoría de Goethe).1843
Óleo sobre lienzo, 78,5 x 78,5 cm
Londres. Tate Britain
Turner anticipa el arte del siglo XX.